El abrazo, de Anne Michaels (Alfaguara) Traducción de María Eva Cruz García | por Francisca Pageo

Anne Michaels | El abrazo

Cómo hablar de la memoria, de lo que yace bajo la poesía, del peso de la nieve. Cómo hablar de la belleza inherente que hay en este libro. Sin duda estamos ante una novela que recorre el espacio y el tiempo y nos lo presenta a modo de destellos, de chispazos de luz que se entrelazan con nuestros recuerdos y nuestros anhelos. Anne Michaels nos trae una novela llena de esperanza y luz, de amor a fin de cuentas, ¿por qué? 

Está John, pero también está Helena y está Anna. Ambos se entrecruzan en esta historia como cantan las gaviotas que ahora mismo ríen al otro lado de la ventana. Cantan fuertes, como asustadas, mientras un velo de cielo blanco recubre el pueblo y la ciudad. Hoy el sol no ha salido como tampoco sale en esta novela. En esta novela el cielo es oscuro y blanco como la nieve, como la nieve que cae y que Anne Michaels nos cuenta y nos dice que en ella reside el silencio, reside la no luminosidad de los días por venir y los días a recordar. John vendrá de la guerra y Helena le amará como se ama a lo que conocemos. Conoceremos a John por sus fotografías y sus recuerdos, así como a Helena en sus cantos de amor a la vida y a John. Ambos se encuentran y se funden en un retrato que podemos apreciar sin temor, donde el deseo por la poesía crece y crece hasta hacer de las manos un hálito de vida. En las manos se verán reflejadas las cosas, así como se ven reflejadas en la lluvia. 

Es este un libro como lo infraleve de lo que nos hablaba Marcel Duchamp. Lo infraleve es un término que expresa la poética de lo contingente y hace referencia a elementos que se encuentran en tensión hacia la desaparición. Estos resultan bellos por la fragilidad de su estado, convirtiéndolos en objeto de arte y admiración estética. De este modo, todo lo que sucede en este libro se convierte en un acto que actúa por debajo de las cosas: la nieve que cae, las descripciones de la lluvia y de las manos que agarran, el hecho fotográfico, lo velado en los rayos de luna. Todo se va complicando pero a la vez se va haciendo más sencillo a nuestros ojos. Es aquí lo infraleve el peso del mundo sobre el mundo, un haz de luz que yace sobre los amantes que duermen, sobre la mujer que recuerda a su madre, sobre el aroma que entra de los campos por la ventana abierta. Crece con este libro nuestra sensibilidad, una sensibilidad poética que se nutre de las descripciones, de la belleza que Michaels nos muestra. La prosa poética aquí dada es un afán por la supervivencia del ser humano, que como nos dice, es solo un suspiro en la historia de la tierra. 

Es este un libro en el que suspiramos. Quiero creer que he suspirado leyéndolo porque he encontrado un desliz de mi existencia en él. En las palabras de Helena a John, en sus paisajes nocturnos que reflejan el silencio de las noches, en la comodidad de las palabras ante el silencio en el que me encontraba mientras lo leía. El abrazo es un abrazo a la templanza, a la memoria, al paso del tiempo entre personas que se han querido y se han  amado y quieren volverse a querer pese a la distancia que las separa. Es esta una historia de amor. “¿Quién puede decir qué ocurre cuando somos recordados?” , dice Anne Michaels en el libro. Yo os digo lo que ocurre: ocurre la belleza y la poesía, el leve roce y la caricia al amante, el saberse desnudo estando vestido, el conocer la vida bajo lo infraleve del mundo. 


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